Dentro de un Tiempo...
Llevo el camino de Vida
en la mirada
y el interior del momento
de aquella niña,
ensueños, mientras jugaba
¿Frágil?, tormento
para envolverla en mentira,para olvidarla.
Cobarde avaricia. ¡Necios!
No hay tal partida,la sombra no está acostada.
Punto de encuentro
del fruto con la semilla,
Bosque del Alba.
Acordes para el recuerdo,y en esa cita,
presentes cada mañana.
Fuera de un tiempo,
entro en el Tiempo...
Dentro.
Oasis
Iniciamos nuestra búsqueda de lo salvaje en nuestra infancia o en nuestra edad adulta porque, en medio de algún denodado esfuerzo, intuímos la cercanía de una presencia salvaje y protectora. Quizá descubrimos sus huellas en la nieve reciente de un sueño. O bien observamos en nuestra psique una rama quebrada aquí o allá, unas piedras removidas, con la húmeda parte inferior boca arriba, y comprendimos que algo sagrado había pasado por nuestro camino. Percibimos en lo más hondo de nuestra psique el susurro lejano de un aliento conocido, notamos los temblores en el suelo y comprendimos que algo poderoso, alguien importante, la salvaje libertad que llevábamos dentro, se había puesto en marcha.
No pudimos apartarnos de todo aquello sino que más bien lo seguimos y, de esta manera, aprendimos a saltar, correr y seguir como una sombra todas las cosas que atravesaban nuestro territorio psíquico. Empezamos a seguir como una sombra a la Mujer Salvaje y, a cambio, ella empezó a seguirnos amorosamente a nosotras. Aullaba y nosotras tratábamos de contestarle, antes incluso de recordar su lenguaje, antes incluso de saber exactamente con quién estábamos hablando. Y ella nos esperaba y nos animaba. Éste es el milagro de la naturaleza salvaje e instintiva. Sin tener pleno conocimiento de lo que ocurría, lo sabíamos. Sin verlo, comprendíamos la existencia de un prodigiosa y amorosa fuerza más allá de los límites del simple ego.
En su infancia, Opal Whitely escribió estas palabras acerca de la reconciliación con el poder de lo salvaje:
Hoy hacia el anochecer
me adentré un poco con la niña ciega
en el bosque donde todo es
sombra y oscuridad.
La acompañé hacia una sombra
que venía a nuestro encuentro.
Le acarició las mejillas
con sus dedos de terciopelo
y ahora a ella también
le gustan las sombras.
Y el miedo que tenía se ha ido.
Las cosas que han perdido las mujeres a lo largo de muchos siglos las pueden volver a recuperar siguiendo las sombras que arrojan. Y ya le puedes poner una vela a la Virgen de Guadalupe, pues los tesoros perdidos y robados siguen arrojando sombras sobre nuestros sueños nocturnos y nuestras ensoñaciones diurnas y también sobre los antiguos cuentos, la poesía y cualquier momento de inspiración. Las mujeres de todo el mundo -tu madre, la mía, tú y yo, tu hermana, tu amiga, nuestras hijas, todas las tribus de mujeres que no conocemos- soñamos con lo que hemos perdido, con lo que surgirá del inconsciente. Todas soñamos lo mismo en todo el mundo. Nunca nos quedamos sin el mapa. Nunca estamos las unas sin las otras. Permanecemos unidas a través de nuestros sueños.
Los sueños son compensatorios, son un espejo del inconsciente profundo en el que se refleja todo lo que se ha perdido y lo que todavía tiene que corregir y equilibrar. Por medio de los sueños el inconsciente produce constantemente imágenes que nos enseñan. Por consiguiente, como el legendario continente perdido, la tierra salvaje de los sueños surge de nuestros cuerpos dormidos envuelta en un vapor que se extiende por todas partes y crea una patria protectora por encima de todas nosotras. Éste es el continente de nuestra sabiduría. La tierra de nuestro Yo.
Y eso es lo que soñamos: soñamos con el arquetipo de la Mujer Salvaje, soñamos con la reunión. Y cada día nacemos y renacemos de este sueño y su energía nos ayuda a crear a lo largo de toda la jornada. Nacemos y renacemos noche tras noche de este mismo sueño salvaje y regresamos a la luz del día agarradas a un áspero pelo, con las plantas de los pies ennegrecidas por la húmeda tierra y el cabello oliendo a océano, o a bosque o a fuego de hoguera.
Desde esta tierra pasamos a vestirnos con la ropa del día, de la vida cotidiana. Abandonamos aquel lugar salvaje para sentarnos delante del ordenador, de la cazuela, de la ventana, del profesor, del libro, del cliente. Arrojamos el aliento de lo salvaje sobre nuestra labor empresarial, las creaciones de nuestro negocio, nuestras decisiones, nuestro arte, la obra de nuestras manos y nuestros corazones, nuestra política y nuestra espiritualidad, nuestros planes, nuestra vida hogareña, la educación, la industria, los asuntos exteriores, las libertades, los derechos y los deberes. Lo salvaje femenino no sólo se puede sostener en todos los mundos sino que sostiene todos los mundos.
Reconozcámoslo. Nosotras las mujeres estamos construyendo una madre patria; cada una con su propia parcela de terreno arrancada de los sueños nocturnos o de un día de trabajo. Y extendemos poco a poco esta parcela en círculos cada vez más amplios. Algún día será una tierra ininterrumpida, una tierra resucitada procedente del país de los muertos. El Mundo de la Madre, el mundo materno psíquico, coexistirá con todos los demás mundos en condiciones de igualdad. Y lo estamos creando con nuestras vidas, nuestros gritos, nuestras risas y nuestros huesos. Es un mundo que merece la pena crear y en el que merece la pena vivir, un mundo en el que predomina una honrada y salvaje sensatez.
La palabra "recuperación" puede inducir a pensar en bulldozers y carpinteros o bien en la reforma de una vieja estructura, pues éste es el moderno significado del término. Pero también puede significar recobrar algo que se ha perdido, como cuando antiguamente se "llamaba al halcón que alguien había dejado volar libremente". Es decir, hacer que algo salvaje regrese cuando lo llamamos. En este sentido, es una palabra excelente para nosotras. Utilizamos la voz de nuestra vida, nuestra mente y nuestra alma para recuperar la intuición y la imaginación; para recuperar a la Mujer Salvaje. Y ella acude a nuestra llamada.
(Del libro "Mujeres que corren con lobos" pag. 490-492 / Clarissa Pinkola Estés)
Todo el post es un lujo...Ya ves me acordé.
ResponderEliminarEsta autora es densa para mí, es para leer a pequeñas dosis para empaparse bien de todas las palabras escritas.
Un gran beso hermanita y una montaña de energías luminosas.
Nos acordamos!!!
Eliminar:)))
Sombra a sombra... se disuelve lo denso y se desnuda nuestra Naturaleza Salvaje.
Besabrazos que acuden a la llamada
me has dejado sin palabras ...¡ BUENO SI ESPECTACULAR Y PARA ENTRETENERSE EN NUESTROS PENSAMIENTOS ROMPIENDO NUESTROS TEMORES ! ...aun que cada vez que leo tus entradas no se el por que pero algo me hace viajar a otras dimensiones
ResponderEliminarNAMASTE AMIGA
"Pienso... luego existo"
Eliminar¿En qué empleamos las fuerzas de nuestros pensamientos?
¿En qué pienso? ¿Dónde existo?
NAMASTE AMIGO
:)
¡Besabrazos para romper nuestros temores adiestrados y viajar hacia las dimensiones de nuestra salvaje libertad!
Sentir... Pensar... Hacer
El corazón del tesoro,
ResponderEliminares una isla con la rosa de los vientos
pintada en el borde superior,
rozando los sueños,
cada cual con su propia tripulación
para aventurarse en el mar de lo desconocido
con solo el mapa y la ilusión.
En el cielo, la luna, es la luz,
(el sol todo lo deslumbra,)
con su cortejo e estrellas
bailando su propia canción.
Y en la ventana, tú.
¡Yo miro el mismo cielo que te observa!
EliminarEn el Lar de la Luna
se encuentran nuestras miradas
y el palpitar de los párpados.
En el Mar de la Vida,
la danza de nuestros sueños
nos recuerda el latido,
nos reune Salvajes.
Besabrazos, de Corazón.